sábado, 12 de febrero de 2011

TEMA SOBRE EL REGENERACIONISMO

I[ - EL REGENERACIONISMO DE ALFONSO
XIII. LOS INTENTOS DE SOLUCION DEMOCRÁTICO y AUTORITARIO
A. LOS PROBLEMAS HEREDADOS Y CRISIS DE SU REINADO.


Como vimos en el tema anterior los abusos conser¬vadores y liberales en los procesos electorales (caci¬quismo y pucherazo) y el control del poder por las oligarquías de ambos partidos, provocaron un deseo de regeneración de la vida política Joaquín Costa), mien¬tras que Unamuno y la generación del 98 reivindica¬ron la modernización de la sociedad y economía españolas, mediante la aproximación a las formas de vida de Europa occidental. El sistema canovista había sufrido dos importantes modificaciones en la última década del siglo XIX: la implantación del sufragio universal masculi¬no y el inicio de la actuación política de los sindicatos obreros. Esto dificultó el mantenimiento del sistema electoral, que siempre daba la victoria al partido que convocaba las elecciones (oligarquía y caciquismo). Las crisis políticas de fines del XIX se agudizan en el rei¬nado de Alfonso XIII por las frecuentes insurrecciones campesinas y obreras de los sindicatos CNT y UGT, por los problemas regionalistas en Cataluña y País Vasco así como por los problemas religiosos y militares, que pro¬vocaron diversas crisis sociales. Estallaban también cri¬sis coloniales: los últimos territorios ultramarinos se perdieron en 1898, pero los nuevos en Marruecos gene¬raron nuevas crisis en el siglo Xx.
Durante su reinado hubo treinta y ocho crisis minis¬teriales, dos presidentes del gobierno asesinados (Canale¬jas y Dato) y en 1922 la situación era insostenible. Como
dijo Melquíades Álvarez: "Impera arriba la arbitrariedad; abajo, el desorden; en todas partes, la violencia". En 1923 el rey le dio el poder al general Primo de Rivera y éste esta¬bleció una dictadura (1923-1930) que condujo al fin de la Monarquía en 1931. Desde esa fecha el rey vivió en el exi¬lio hasta su muerte en 1941, sin haber renunciado a la Corona.

B. ALFONSO XIII: UN REY REGENERACIONISTA Y MILITARISTA

El reinado de Alfonso XIII (1902-1931) se caracte¬rizó por los intentos de reformar el sistema "desde arriba" para evitar la revolución "desde abajo". Los nuevos líderes de los partidos conservador (Maura) y liberal (Canalejas) intentaron crear las bases para democratizar el sistema Canovista, pero no pudieron, el primero al ser destituido por el rey tras los sucesos de la Semana Trági¬ca (1909) Y el segundo al ser asesinado en 1912. En la década siguiente los dos partidos se dividieron en varia¬das tendencias y resultaba difícil crear gobiernos esta¬bles.
Ante el fracaso regeneracionista desde el poder o "modernización fallida", los grupos no dinásticos mani¬festaron sus deseos de cambio en la prensa, en las Cortes y en las calles (manifes¬taciones y huelgas frecuentes). Fue un período de crecimiento económico en benefi¬cio de la burguesía, desarrollo del sindicalismo proletario (CNT y UGT) y de aceptación de las ideas republicanas por los intelectuales y por los nacionalistas cata¬lanes, que se sumaban así, a los partidos republicanos y socialistas frente a la Monar¬quía, que en los años veinte buscó en el ejército lo que no le habían proporcionado los políticos.
Los militares seguían siendo uno de los pilares del sistema. Querían mantener su estructura de poder independiente del gobierno. El monarca apoyaba esta pos¬tura y decidió personalmente los nombramientos de altos cargos, como sucedió en la crisis de 1904 al imponer al gobierno de Maura el nombramiento del Marqués de Polavieja como jefe del Estado Mayor. En muchas ocasiones manifestó su identifica¬ción con el ejército, sobre todo cuando éste tuvo graves problemas en Cataluña. El primero de ellos se produjo cuando un grupo de oficiales, por supuestas ofensas a la patria, destrozaron en 1905 los locales del diario La Veu de Catalunya y del sema¬{lario catalanista de humor Cu-Cut. El gobierno liberal de Moret dio la razón a los militares y les concedió, mediante la Ley de jurisdicciones de 1906, las competencias para juzgar los delitos contra la patria. A esta medida se opuso la opinión pública catalana. Cambó y Prat de la Riba lograron un agrupamiento catalanista en torno a Solidaridad Catalana, que tuvo un gran triunfo electoral en 1907. En las nuevas crisis de 1909 y 1917 el rey apoyó las peticiones de los militares y, por último, en 1923 dio legitimidad al pronunciamiento del general Miguel Primo de Rivera en Bar¬celona. Alfonso XIII apoyó la política regeneracionista por la vía autoritaria llevada a cabo durante la Dictadura.

. LAS CRISIS POLÍTICAS Y LA DESCOMPOSICIÓN DEL SISTEMA

A. LOS PROYECTOS DE MAURA Y LA SEMANA TRÁGICA* DE 1909

Entre 1907 Y 1909 Maura intentó regenerar el siste¬ma canovista mediante la aprobación de 264 disposicio¬nes legales que dieran solución a algunos problemas. Destacan las leyes para la protección de la industria nacional (solicitada por los industriales catalanes), fomen¬to de industrias y transportes marítimos (de gran impor¬tancia para Vascongadas), la creación del Instituto Nacional de Previsión, la obligación del descanso domi¬nical (1903), Y la reforma electoral de 1907 que impo¬ne.el voto obligatorio y el nombramiento automático del candidato que no tuviera contendiente. Sin embargo, su ley de "descuaje del caciquismo" quedó en un proyecto de ley de administración local sólo parcialmente aproba¬do por Dato en 1914.

En junio de 1909 Maura ordenó que los soldados reservistas catalanes de la 3" Brigada se agruparal) en el puerto de Barcelona para defender Melilla de los ataques marroquíes. Los incidentes se iniciaron cuando se embar¬caban las tropas y los reservistas casados manifestaron su descontento. Contaron con el apoyo de los sindicatos y partidos catalanes, que se oponían a la guerra. El 26 de julio empezó la Semana Trágica al estallar una huelga general, mientras las masas formaban barricadas con ado¬quines, destruían tranvías o quemaban iglesias. Barcelona vivió días de un terror espontáneo que manifestaba el anti¬militarismo, el anticlericalismo, el nacionalismo catalán y la fuerza de republicanos radicales y obreros (anarquistas sobre todo) en las calles. El gobierno reaccionó con dureza: diecisiete condenas a muerte y más de mil encar¬celados, Sin haber tenido participación directa en los hechos, fue ajusticiado Francisco Ferrer Guardia, anarquis¬ta y fundador de una Escuela Moderna donde el libre pen¬samiento y las críticas al Ejército, Iglesia y Estado eran de dominio público. La opinión internacional y los partidos de la oposición en España montaron una campaña contra Maura y el rey le obligó a dimitir.
La Iglesia y el Ejército seguían siendo los dos pilares básicos de la Monarquía, pero la Semana Trágica puso de relieve el anticlericalismo y antimilitarismo existente en una parte de España. El partido radical y otros grupos republicanos, que compartían el anticlericalismo con los sindicatos, crearon desde entonces una importante coali¬ción electoral: fue la conjunción republicano-socialis¬ta, que aumentará su presencia en las Cortes tras las elecciones de 191O, primeras convocadas por Canalejas con la nueva ley electoral de 1907, Alejandro Lerroux y Pablo Iglesias desde el Parlamento harán más incisivos sus ataques contra el poder y privilegios de la Iglesia.

B. CANALEJAS y LA DIVISIÓN DE LOS PARTIDOS

Tras "La Semana Trágica" el rey nombró a Moret presidente del gobierno. En
1910 los liberales sustituyen a Moret por Canalejas (1910-1912) en la jefatura del partido y del gobierno. Este pretendió, como el conservador Maura, regenerar la vida política española. Con su liderazgo logró incorporar al partido a muchos inte¬lectuales y republicanos. Mientras, los obreros anarquistas crearon en 1906 Solidari¬dad Obrera y en 1910 la Confederación Nacional del Trabajo (CN. I), cuya actuación en los años siguientes será trascendental.
Supo Canalejas emplear la dureza y recurrió al Ejército cuando fue necesario (huelga de ferroviarios de 1912, revueltas callejeras), lo que completó con una serie de leyes progresistas que le enfrentaron con los grupos sociales conservadores:

l. La idea de separar Iglesia y Estado por la Ley del Candado* (1910) le enfren¬tó con Roma y con parte del clero, que no aceptaban el sometimiento de la Iglesia a las leyes del Estado. Se oponían a las ideas de Canalejas sobre libertad de cultos y la enseñanza de la religión.
2. La idea de sustituir el impuesto de consumos por un impuesto progresivo -según la riqueza urbana de cada uno- le enfrentó con la alta burguesía.

Algunos de sus proyectos reformistas se llevaron a cabo como la Ley de abolición del impuesto de consumos y la Ley de Reclutamiento obligatorio de 1911, que en tiem¬pos de paz rebajaba el servicio militar a cinco meses, pero muchos proyectos fue¬ron abortados al ser asesinado en noviembre de 1912 por un anarquista en la Puerta del Sol de Madrid.

El rey llamó entonces al conde de Romanones para formar gobierno y continuar la labor de Canalejas, pero el partido liberal se dividió debido al enfrentamiento entre Romanones y García Prieto por la aprobación de la ley de Mancomunidades y por cues¬tiones personales. La votación de la ley en el Senado contó con la oposición de los con¬servadores y los prietistas, que obligó a Romanones a presentar la dimisión en octubre de 1913, quedando enfrentados los diferentes grupos liberales (Romanones, García Prieto, Alba o Gasset). La misma división se produjo en el partido conservador cuando el rey llamó para formar nuevo gobierno a Eduardo Dato y no a Maura. Desde enton¬ces, los gobiernos serán muy inestables y el rey adquirirá un papel cada vez más rele¬vante, pues Dato y Romanones sólo mantienen el apoyo de una parte de sus partidos.

C. LOS INICIOS DE LA DESCOMPOSICIÓN DEL RÉGIMEN (1913-1917)

En octubre de 1913, el rey llamó a Dato y no a Maura para formar nuevo gobierno, lo que provoca la separación de Maura y sus seguidores (mauristas) del partido conservador, mientras que los seguidores de La Cierva se sitúan a la dere¬cha del partido. Su primera medida fue la aprobación defini¬tiva de ley de Mancomunidades (R.o. 18-XII-1913), a la que seguirán una serie de reformas sociales, que pretendieron la reconciliación con los opositores del régimen. El estallido de la guerra mundial (1914) generó nuevas tensiones entre fran¬cófilos y germanófilos. Los partidos antimonárquicos, el republicano radical de Lerroux en Barcelona o de Blasco Ibáñez en Valencia y el partido socialista de Pablo Iglesias, acentuaron su anticlericalismo y los ataques contra el orden establecido. Participaron activamente en las elecciones y en las manifestaciones. Sus discursos en el Congreso y sus artí¬culos en la prensa se completan con su participación en actos antimonárquicos y con acciones o movilizaciones populares en las calles. Por su parte, los partidos nacionalis¬tas de Cataluña y País Vasco aumentaron sus expectativas de número de votantes tras las crisis de 1917.
Durante el segundo gobierno liberal de Romanones (1915-1917) aumentó la tensión en Cataluña y en el Ejérci¬to. La crisis surgió en el seno del Ejército con la creación por parte de los oficiales de infantería de las llamadas jun¬tas de Defensa en 1916. Fueron concebidas como una espe¬cie de sindicatos militares, encargados de defender sus intereses económicos y, sobre todo, profesionales; querían evitar agravios comparativos con otras armas (caballería, artillería o ingenieros), regulación de los ascensos para evi¬tar el nepotismo, las influencias políticas y el resentimiento de los jefes y oficiales peninsulares frente a las mayores posibilidades de ascenso de los militares "africanistas". Las Juntas fueron prohibidas hasta junio de 1917, fecha en que el nuevo gobierno de Dato, ante el temor de un golpe o rebelión militar decidió legalizar las juntas de Defensa mili¬tares y claudicar ante un Ejército que aumentó su poder. Desde entonces, fue un elemento decisivo para solucionar las crisis políticas y scrciales. Por su parte, la figura del rey comienza a recibir las primeras críticas y ataques directos por parte de los intelectuales (Unamuno) y de los partidos antidinásticos (el socialista Indalecio Prieto), que lo acusa¬ron de haber apoyado a las Juntas de Defensa. Comenzaban así sus continuados ataques antimonárquicos.

.D. LA QUIEBRA DEL SISTEMA DE LA RESTAURACIÓN (1917-1923)

La descomposición del sistema se va a acelerar debido al encadenamiento de tres graves crisis:
l. La crisis de 1917 que estalla en tres frentes: militar (protagonizado por las Juntas de Defensa), político (petición de mayor democracia y autonomía por la "Asamblea de Parlamentarios") y económico-social (la subida de precios superior a la subida de salarios provocan una serie de huelgas y movimientos obreros), que comentaremos en los apartados 3 y 4 de este tema.
2. La crisis social, las huelgas y la era de la violencia (1918-1921) van a con¬vulsionar España entera, pues los iniciales enfrentamientos entre patronos y obre¬ros se convirtieron en asesinatos mutuos (pistolerismo) que se prolongan hasta
1923, mientras ninguno de los dos partidos es capaz de formar un gobierno con mayoría estable. Será necesario formar gobiernos de concentración, tal como le dijo Cambó al rey. Tras el primer gobierno de concentración de García Prieto de liberales y catalanistas, entre marzo y noviembre de 1918, Maura formó el primer gobierno de concentración nacional con ministros de todas las tendencias de los partidos dinásticos. Maura, a pesar de que representaba una fuerza parlamentaria diminuta, tenía el apoyo de los militares. La vuelta al poder del conservador Dato en 1920 y el respaldo que dio al general Martínez Anido para poner en marcha medidas contra el terrorismo en Cataluña, tras la aprobación de la Ley de fugas, sólo sirvieron para que el propio pato fuera asesinado en 1921.
3.A las crisis anteriores se añade la crisis militar y el descontento del ejército provocados por el desastre de Annual (1921) en Marruecos. La descomposición del régimen continuó entre 1921 y 1923, años que el rey definió como de "feroz anar¬quía", y dio paso a la dictadura del general Primo de Rivera (ver apartados 5 y 6).


- EL PROBLEMA DE LA ORDENACIÓN TERRITORIAL DEL ESTADO

A. lOS PRIMEROS INTENTOS DE REFORMA DEL ESTADO

Hasta 1914 el rey se mostró como un político liberal, abierto a las propuestas reformistas que planteaban los intelectuales del país. En esos años se debaten los proyec¬tos regeracionistas de Maura, Canalejas, Dato o del propio Romanones, aunque sin aceptar los anteriores proyectos de Moret de reformar la Constitución. En realidad se plan¬teaba varias cuestiones básicas:

l. Maura y el partido conservador pretendían aca¬bar con el sistema caciquil y con el centralismo mediante
.una simple descentralización administrativa. Los sucesos de 1909 impidieron que se aprobara la Ley de Bases del Régimen Local a la que Maura llamaba "Ley de descuaje del caciquismo". Tampoco pudo Maura conseguir la aproba¬ción de su ley antiterrorista ni el proyecto de ley de Admi¬nistración que pretendía impulsar las mancomunidades provinciales frente al enorme poder de la Administración Central, lo que deja sin resolver el problema de la orde¬nación territorial del Estado.

2. Canalejas y parte del partido liberal considera¬ban fundamental crear un Estado democrático y para ello establecieron dos objetivos: alejar a la Iglesia católica de la política, sometiéndola a la legislación civil; y atraer a los republicanos y socialistas al sistema monárquico pues "de lo que se trata es de nacionalizar la Monarquía, esto es, de lograr que fuera de la Monarquía no quede ninguna energía útil. La afirmación de que el Rey ha de ser demócrata es una consecuencia inmediata del principio de la nacionalización de la Monarquía". El proyecto de creación de las Mancomuni¬dades Provinciales (1912) fue bien acogido por los catala¬nes y fue aprobado por el Congreso, pero contó con la oposición de los políticos centralistas en el Senado. Poste¬riormente el conservador Dato en 191 3 aprobó el Real Decreto sobre Mancomunidades para Cataluña.
Mancomunidades. Entre 1910 Y 1917 el proletariado se organizó, los nacionalistas demandan su autonomía y los republicanos se consolidan. Esto hace posible las tres revoluciones de 1917*, llevadas a cabo en Barcelona por el ejército (ver apartado anterior), por el proletariado (ver apartado siguiente) y por los politicos regionalistas y rege¬neracionistas, respectivamente.
En 1917 el movimiento político regionalista y de los par¬tidos de la izquierda no dinástica exigían una reforma de la Constitución. El Presidente del Gobierno no convocó las Cortes (con mayoría de la oposición) y gobierna mediante decretos. Ante la negativa de Dato a su petición de reunión de las Cortes, los parlamentarios catalanistas (Cambó y Aba¬dal) se reunieron el 5 de julio, aprobaron una petición de un Estatuto de autonomía para Cataluña y decidieron convocar a todos los diputados y senadores españoles para celebrar una "Asamblea de Parlamentarios" el 19 de julio en Barcelona.
La Asamblea de Parlamentarios pedía al gobierno la formación de unas Cortes constituyentes que conduje¬ran a una radical reforma política. Las huelgas y los con¬flictos sociales que en los meses de verano se desataron, junto a la oferta que Alfonso XIII hizo a Cambó para colo¬car en el nuevo gobierno de García Prieto a dos miembros de La Uiga y apoyar la propuesta de creación de un Esta¬tuto de Autonomía para Cataluña, terminaron con los planteamientos reformistas y con la Asamblea de Parla¬mentarios. El incumplimiento de las promesas hechas a Cambó supuso la sustitución de la Lliga por un nacionalis¬mo catalán más radical, de izquierdas y republicano en tor¬no al Partit Republica Catala de Companys y la Esquerra Catalana, que se completará con el grupo separatista Estat Catalá del coronel Maciá.




C. LOS ÚLTIMOS INTENTOS REGENERAClONISTAS

Entre 1917 Y 1919 los gobiernos de concentración (nacional o liberal) hicieron renacer en todos los partidos las esperanzas democratizadoras, que resumía así el Partido Reformista de Melquiades Álvarez en 1918: reforma de la Constitución con reconocimiento de las Autonomías; establecimiento de la soberanía popular con limi¬tación de las prerrogativas de la Corona y prohibición del caciquismo, secularización del Estado y reforma o desaparición del Senado.
No fue posible esta democratización por los enfrentamientos entre los dos ministros más destacados del Gobierno presidido por Maura: el Ministro de Fomen¬to, Francesc Cambó, defensor de los intereses de Cataluña, y el Ministro de Ins¬trucción Pública, Santiago Alba, defensor de los intereses de Castilla. Entre 1919 y
1921 hubo una reacción conservadora y un distanciamiento del rey de su ante¬rior postura liberal por varias razones:

1 a. El miedo de la burguesía española, tras las violentas huelgas de 1919, ante la posibilidad de que en España pudiera reproducirse la revolución proletaria rusa de octubre de 1917.
2a. El problema de Marruecos y el desastre del ejército en Annual
3a. El desorden y el terrorismo tanto anarcosindicalista como de la patronal.
Durante estos años las declaraciones de estados de excepción o de guerra se fue¬ron sucediendo y ello impidió el normal funcionamiento de las instituciones, blo¬queó los intentos reformistas y aumentó el poder del ejército, mientras los gobiernos, débiles y de corta duración, daban una sensación de provisionalidad e impotencia. Todo ello impulsó al rey a aceptar la sustitución del regeneracionismo democrático por el regeneracionismo autoritario.




- LOS SINDICATOS Y LOS MOVIMIENTOS
OBREROS ENTRE 1900 Y 1923

A. LA EXPANSIÓN DEL SOCIALISMO Y DEL ANARQUISMO

En toda Europa, tras las revoluciones burguesas del siglo XIX, se inició un segundo ciclo revolucionario, las revoluciones de 1917*, protagonizado por el proletaria¬do, que culminaron con la primera revolución socialista de la Historia en Rusia durante dicho año. El mundo obrero crece y se organiza en torno a dos corrientes: el anarquis¬mo y el socialismo.
El socialismo tenía más adeptos en Castilla, País Vasco, Asturias y, en menor grado, Extremadura. La UGT, en los primeros años del siglo XX, triplicó el número de sus afi¬
"liados. Entre 1909 y 1919 participó el PSOE en las eleccio¬nes junto a los republicanos en la que se domina "la conjunción republicano-socialista". El año 1920 fue difícil, pues tuvieron que decidir si se integraban o no en la 111 Internacional comunista, con sede en Moscú. Tras fuertes discusiones, la minoría partidaria de incorporarse a la Inter¬nacional se separó del PSOE y creó un nuevo partido, el Partido Comunista de España (PCE), al que se incorpora¬ron algunos anarquistas disidentes de la CNT en 1921.
El anarquismo renació en 1907 con la creación de Soli¬daridad Obrera y se extendió al año siguiente por el sector agrario catalán, transformándose en la Confederación Regio¬nal del Trabajo. Fue el grupo mayoritario del proletariado español tras unirse en la Confederación Nacional del Tra¬bajo (CNT) en 1910. Las regiones de Andalucía, Valencia, Aragón y Cataluña son las que tuvieron mayor número de afiliados y de acciones anarquistas. En el anarquismo se defi¬nieron dos posturas: 1) el anarcosindicalismo, defendido por Pestaña o Seguí, que propuso la defensa de los intere¬ses obreros a través de los sindicatos (fórmula legal) y tuvo más seguidores en las ciudades. 2) Los libertarios o social¬revolucionarios que deseaban la destrucción del capitalismo con todas las armas posibles, incluidos los atentados terro¬ristas, que tuvieron más seguidores en las zonas rurales.

B. LOS MOVIMIENTOS OBREROS

La situación del proletariado español ya era mala en el siglo XIX. Entre 1900 y 1923 hay desarrollo económico burgués, sin desarrollo social. Tanto los anarquistas de la CNT como los socialistas del PSOE y UGT protagonizan sucesivas huelgas, cuya eficacia es cada vez mayor, y que pre¬sionan a los gobiernos a aprobar una serie de leyes sociales.
Las huelgas y manifestaciones son más efectivas en las ciudades que en el campo, pues sus efectos son inme¬diatos. La existencia de numerosos braceros disponibles en el campo provocó la sustitución de unos trabajadores por otros ("esquiroles") cuando se efectuaba una huelga. Por ello, el campesino desde 1878 prefería la acción directa (quema de cortijos, asesinatos, destrucción o robo de cosechas...). Hasta 1909, sólo tuvieron cierta importancia las huelgas urbanas de 1901, 1902 y 1905 en Barcelona, donde se inició también el primer gran movimiento revo¬lucionario de la Semana Trágica (1909).
Los dos sindicatos, CNT y UGT actuaron conjunta¬mente desde diciembre de 1916 y las huelgas generales en 1917 se convirtieron en auténticos movimientos revo¬lucionarios. Los metalúrgicos de Bilbao pedían la jornada de nueve horas y un aumento salarial. Lo mismo hicieron los ferroviarios valencianos, los panaderos de San Sebas¬tián o los mineros de Peñarroya y Murcia. El movimiento obrero se impulsó tras la firma del manifiesto conjunto de los sindicatos CNT y UGT en marzo de 1917. Se inició el 20 de julio con la huelga de ferroviarios valencianos, a los que se sumaron en el mes de agosto los de toda España. Las manifestaciones callejeras de los obreros contaron, desde el principio, con la colaboración de los líderes del PSOE (Pablo Iglesias), de la UGT (Largo Caballero), de la CNT (Pestaña y Seguí), de los partidos reformistas (Melquíades Álvarez) y republicanos (Lerroux). La deten¬ción en Madrid del "Comité Directivo de Huelga" y el decidido apoyo del ejército al gobierno, junto a la marcha atrás de la Asamblea de Parlamentarios, condujeron a la finalización de las huelgas y a la represión de los huelguistas.
En el campo también se manifestó el descontento en toda España, sobre todo en Andalucía, debido a la estructura de la propiedad y a los bajos salarios.
Entre 1919 y 1923 los movimientos obreros llegarán a su apogeo, sobre todo en Barcelona. Los enfrentamientos entre patronos y obreros catalanes llevaron a cons¬tantes desórdenes callejeros, atentados terroristas, al pistolerismo*, huelgas obreras y locks outs o cierre de las empresas por parte de los patronos. Destacó por su virulen¬cia la protagonizada en 1919 por los obreros de "La Canadiense", la empresa eléctrica de Barcelona que inició un paro general de la industria en Cataluña y forzó al gobierno a aprobar la ley de la jornada laboral máxima de ocho horas. La huelga de La Canadiense de 1919 empezó siendo un gran éxito de los trabajadores pero acabó con una enorme represión de las fuerzas de orden público y la persecución de los líderes obreros. Des¬de entonces y hasta 1923 crecieron los desórdenes y el gobierno, a través del gober¬nador civil en Barcelona, general Martínez Anido, aplicó la ley de fugas*.

LA GUERRA COLONIAL EN
MARRUECOS: EL PROTAGONISMO DE LOS MI LIT ARES

A. LOS PROBLEMAS DE MARRUECOS

Entre 1885 Y 1912, las principales potencias europeas se repartieron África. España quiso participar en el repar¬to y defender -frente al deseo expansionista alemán, inglés o francés en Marruecos- los territorios de Ceuta y Meli¬lIa, ciudades españolas desde hacía cuatro siglos. Otra razón, no menos importante, fue la necesidad de compen¬sar con nuevos territorios las pérdidas coloniales de 1898 y recuperar el ejército su prestigio. Francia y España ya negociaron en 1902 y 1904 sus zonas de influencia en Marruecos, pero éstas serán revisadas cuando Alemania provoque las llamadas crisis marroquíes*.
La campaña de 1909 fue motivada por el ataque de los rifeños a las minas que en el Rif explotaban los españoles y al ferrocarril que las unía con Melilla, ciudad española ame¬nazada por las kábilas. En el Barranco del Lobo (27 de julio) el general Pintos tuvo numerosas bajas y obligó al gobierno español a movilizar a los reservistas, lo que provocó la Sema¬na Trágica de Barcelona. En 1912 los gobiernos de España y de Francia firmaban un tratado negociado por Canalejas y se repartían las respectivas zonas de influencia en el protecto¬rado de Marruecos. El rey y Romanones decidieron seguir ocupando los territorios del Oeste de Ceuta y en febrero de
1913 se apoderaron de la capital del protectorado, Tetuán, sin disparar un tiro Ese mismo año el sultán aceptó este repar¬to y la internacionalización de Tánger, aunque un jefe locallla¬mado El Raisuni se levantó en armas contra España.

B. DE ANNUAL A LA DICTADURA

yEn España la guerra de África fue impopular, generó enfrentamientos constantes y provocó las más importan¬tes crisis políticas: Semana Trágica en 1909,juntas militares en 1916-17 y Annual en 1921. En Marruecos la resisten¬cia a la ocupación hispano-francesa no fue obra del sultán, sino de dos jefes de distintas Kabilas: El Raisuni hasta 1924 y Abd el Krim desde 1921 a 1926.
En 1921 tuvo lugar el desastre de Annual y la matan¬za del Monte Arruit, cuando el general Fernández Silvestre, comandante de Melilla, ayudante de campo y hombre de confianza del rey, inició un imprudente ataque hacia la bahía de Alhucemas sin conocimiento del Alto Comisario, gene¬ral Berenguer, quien había sometido a La Yebala y logrado un gran éxito en Alcazarquivir. El jefe de los rifeños, Abd¬el-Krim, rodeó las fortalezas donde se refugiaron las tro¬pas de Berenguer (Annual), derrotó al ejército español y el desastre anuló las conquistas obtenidas por España en los doce años anteriores. Marruecos costó a España dinero y vidas humanas: sólo en Annual España perdió 12.000 solda¬dos y gastó 211,5 millones de pesetas.
Al conocerse en España el desastre de Annual se gene¬ralizaron las protestas y se exigieron responsabilidades por parte de los partidos políticos. Por todo ello se abrió una investigación y se nombró al general Picas so como instruc¬tor del expediente que determinara las responsabilidades del desastre. El ejército no podía tolerar que se diera a conocer el "expediente del general Picasso", que ana¬lizaba las causas del desastre de Annual y denunciaba la ineptitud de los mandos e incluso podría haber implicado directamente al rey.Ante las presiones de socialistas y repu¬blicanos en el Parlamento, el gobierno del liberal García Prieto aceptó finalmente la formación de una Comisión para dirimir las respectivas responsabilidades, pero el infor¬me que esta Comisión elaboró no llegaría a las Cortes. En estas circunstancias, el rey no apoyó las reformas demo¬cráticas propuestas por García Prieto y dio el beneplácito al golpe de estado de Primo de Rivera de 1923.

C. LA SOLUCiÓN: EL DESEMBARCO DE ALHUCEMAS I
Miguel Primo de Rivera no tomó la decisión de intervenir en Marruecos hasta que Abd el Krim decidió atacar la zona del protectorado francés en la zona, ante lo cual el gobierno francés solicitó al gobierno español la colaboración de ambos ejércitos para derrotar a los rifeños. Las tropas españolas desembarcaron en Alhu¬
cemas el día 8 de septiembre de 1925, logrando, gracias al factor sorpresa, una rápi¬da y contundente victoria con escasas bajas (sólo 16 muertos). Siete meses después, Abd el Krim pidió la paz y se rindió. Con esta victoria el ejército recuperó el pres¬tigio perdido y las tropas especiales en Marruecos (La "Legión" y las tropas "regu¬lares" indígenas) se ampliaron. Las campañas de Marruecos crearon jefes militares "africanistas" que ascendieron por méritos de guerra -idea contraria a la expuesta por las Juntas de Defensa-, alcanzaron gran prestigio (Sanjurjo, Millán Astray o Fran¬co) y, posteriormente, llevarán al país a la guerra civil.

LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA:
UN INTENTO DE SOLUCIÓN AUTORITARIO

A. LA CONSPIRACIÓN Y EL GOLPE DE ESTADO

En junio de 1923 el comandante general de Melilla, general Martínez Anido presentó al gobierno de Garcia Prieto dos proyectos (desembarco y ataque a Alhucemas
con 50.000 hombres) que el gobierno s_ negó a aceptar. En estas circunstancias, los rumores de sublevación militar eran cada vez más frecuentes. El rey fue informado en julio-agosto y, paralelamente, Primo de Rivera fraguó la conspiración militar.
En 1922, Miguel Primo de Rivera pasó de la Capita¬nía General de Valencia a la de Barcelona donde la presen¬cia del ejército en las calles era solicitada por la burguesía catalana para acabar con los enfrentamientos entre patro¬nos y obreros. El poder y popularidad de Primo de Rivera en Barcelona fue considerado excesivo por el gobierno y, por ello, en junio de 1923 se le llamó a Madrid. Se reunió con el monarca, pero los contactos más importantes en Madrid los mantuvo con los generales Cavalcanti, Beren¬guer, Sara y Dabán, que se mostraron dispuestos a un gol¬pe de fuerza inmediato. También en los meses siguientes, tras regresar triunfante a Barcelona, contactó con Martí¬nez Anida.

En Málaga a fines de agosto los soldados se negaron a embarcar con destino a Marruecos. Esto aceleró la cons¬piración de Primo de Rivera y de los generales madrile¬ños citados, a los que se unió el general Sanjurjo en Zaragoza y el duque de Tetuán en Madrid. Sólo se opusie¬ron al pronunciamiento las capitanías generales de Sevilla y Valencia. El presidente del gobierno, García Prieto, solici¬tó al rey que destituyera a los militares sublevados; al negarse el monarca, no le quedó más remedio que dimitir. Entonces el Rey llamó a Primo de Rivera para que se hicie¬se cargo del gobierno y así el Real Decreto de 15 de sep¬tiembre de 1923 lo nombró "presidente del Directorio Militar encargado de la gobernación del Estado".
En resumen, la audacia de unos generales, el consen¬timiento de los conservadores, la falta de apoyos y la indecisión del gobierno liberal, que había perdido su autoridad en el ejército y en las calles, convencieron al rey para dar el gobierno a un Directorio, presidido por Primo de Rivera y con el almirante Magaz como vicepre¬sidente.

B. EL DIRECTORIO MILITAR (1923-1925)

La mayor parte de la población española deseaba ver restablecidos el orden, la paz y la autoridad perdidas. Por ello, fue bien acogida la Dictadura en sus ini¬cios por los suspendidos partidos dinásticos (los conservadores y los liberales, des¬de Romanones hasta Alcalá Zamora), con la aceptación de la LIiga (y la burguesía catalana) y algunos republicanos. Los únicos opositores claros desde el principio fueron los miembros del Partido Comunista (PCE) y los anarquistas de la CNT, cuyas llamadas a la huelga general no fueron secundadas, siendo detenidos sus diri¬gentes y declaradas ilegales sus organizaciones. Mientras tanto, el PSOE y UGT no opusieron resistencia, lo que les permitió mantener sus periódicos y sus organiza¬ciones.

En segundo lugar, debemos señalar que este fenómeno de sustitución de un régi¬men liberal, corrupto y en crisis por otro autoritario, no es exclusivo de España y se produjo en los mismos años en Italia con Mussolini, que iniciaba en 1922 una dic¬tadura fascista; en Polonia con el general Pilsudski o en la Europa balcánica (Meta¬xas en Grecia o el propio rey Alejandro en Yugoslavia). Esto nos muestra que el rechazo al parlamentarismo, adulterado por los partidos políticos no fue exclu¬sivo de nuestro país.
En tercer lugar, pocos escritores e intelectuales se unieron a las críticas inicia¬les hechas por el rector de la Universidad de Salamanca, Miguel Unamuno que lle¬gó a definir al dictador como "el ganso real" y al monarca como un "monstruo de doblez y perversidad", lo que le valió su destierro a la isla de Fuerteventura desde 1924. A fines de este año se sumaba a los críticos del régimen, Vicente Blasco Ibá¬nez -aconsejado por Alba, en quien el dictador personificaba todos los males de la vieja política-, pero estos ataques desde la prensa no serán efectivos hasta 1929.

Las intenciones del dictador quedan claras el 12 de noviembre de 1923, cuando los presidentes del Congreso (Melquíades Álvarez) y del Senado (conde de Roma¬nones) en su visita al rey le recuerdan que, según el artículo 32 de la Constitu¬ción, el rey debería convocar las Cortes tres meses después de su disolución. Ese mismo día Primo de Rivera destituyó a ambos presidentes y disolvió las comisiones de las Cortes, violando la Constitución. Por su parte el rey le escribió a Romano¬nes:"Más tarde hablaremos de Constitución y Cortes, hoy decimos Paz y Orden al país". Al mes siguiente el rey y Primo de Rivera viajaron a Italia donde se entrevistan con Mussolini y el rey Victor Manuel e, influido por el fascismo italiano, Primo de Rivera introdujo algunos cambios de signo fascista en el Directorio Militar.
Las primeras medidas de la Dictadura fueron: la implantación del Estado de Guerra durante dos años, la supresión de las garantías constitucionales y la censu¬ra de prensa. En segundo lugar sustituyó los gobernadores civiles de las provincias por gobernadores militares y procedió al nombramiento de jefes y oficiales en los cargos de la administración y en los partidos judiciales. Por último, disolvió los ayun¬tamientos que fueron sustituidos por juntas de vocales formadas por los mayores contribuyentes de cada localidad.
Los problemas que el Directorio Militar debía resolver, según su presiden¬
te, eran los siguientes: la corrupción de los políticos, la impiedad religiosa, el terro¬rismo, la agitación del proletariado y el desorden social, el caos económico, el grave problema de Marruecos y el separatismo catalán. Para ello, planteó desde el comienzo como solución, el revisionismo autoritario en su programa de gobierno que consistió en los siguien¬tes puntos:
l. El problema político y religioso lo. intenta solu¬cionar mediante la creación de un solo partido, ni de derechas ni de izquierdas, que "uniera a gentes de ideas sanas y a hombres de buena fe", cuyo lema fuera "Dios, Patria y Religión". Previamente había suspendido la Consti¬tución, disuelto las Cortes y prohibido las actividades de los partidos políticos.
2. Los desórdenes sociales, huelgas y el terroris¬mo acaban cuando todos los gobernadores civiles son sustituidos por gobernadores militares que, con mano dura, reprimieron cualquier manifestación o huelga que se considerase contraria al régimen o a los intereses de la nación, siendo encarcelados los promotores, especialmen¬te los anarquistas, comunistas y separatistas.
3. La vuelta al orden y la tranquilidad política de las dos medidas anteriores favorecen las actividades agra¬rias e industriales que, junto a la buena coyuntura econó¬mica internacional y la política proteccionista, logran abandonar el estancamiento económico.
Pero los problemas más graves para la Dictadura fue¬ron Cataluña y Marruecos. Aunque al principio prome¬tió respetar la lengua, bandera e instituciones catalanas (Mancomunitat), como en muchas otras ocasiones, cambió de opinión y ya en 1923 manifestó al arzobispo catalanista de Tarragona Vidal i Barraquer que la lengua catalana debía reservarse sólo para la vida privada. A los pocos días, el presidente de la Mancomunitat, Puig y Cadafalch presentó su dimisión. El primer decreto del dictador fue prohibir el uso de la bandera y lengua catalana en actos oficiales, lo que encrespó más los ánimos en Cataluña, y en 1924 deci¬dió convertir la Mancomunitat en un organismo puramen¬te administrativo. Desde entonces ya el 90% de los catalanes se manifestaron en contra del general. Contras¬ta esta postura con la permisividad que tuvo Primo de Rivera con el renacimiento de la cultura, tradiciones y len¬gua vascas hasta su caída en 1930.
Ya vimos como solucionó Primo de Rivera el proble¬ma de Marruecos mediante el desembarco de Alhuce¬mas que logró someter a los rifeños en septiembre de
1925, dejando al general Sanjurjo como máximo res¬ponsable de la política marroquí. Con ello no sólo sometió a los marroquíes sino que además ocasionó un reforzamiento de la autoridad del ejército y del propio Directorio, consolidando al general en el poder, que decidió mantener la dictadura. Si este problema no se hubiera solucionado, la opinión pública y los partidos dinásticos hubieran acabado con Primo de Rivera.
En diciembre de 1925 Primo de Rivera ya había resuelto los problemas más urgentes de España (orden público y Marruecos) y hubiera sido una buena ocasión para dejar el poder y restablecer el orden constitucional. Sin embargo, el dictador decidió continuar (un par de años más, pensaba) y se limitó a sustituir el Directorio Militar por otro Civil, que pretendió crear una nueva organización política del Estado, con el apoyo de un órgano propagan¬dístico propio: el diario "La Nación".

C. LA POLÍTICA DEL DIRECTORIO CIVIL (1925-1930)

Las propuestas políticas que Primo de Rivera y el Director Civil intentaron acabaron en fracaso. Tanto la idea de consolidar un partido único La Unión Patrióti¬ca, como su proyecto de crear una nueva Constitución con una Asamblea Nacional de carácter consultivo o el Estatuto Municipal, elaborado por Calvo Sotelo, no con¬taron con el apoyo necesario para poder ser institucionalizados. Por su especial importancia vamos a analizar la trayectoria del proyecto de reforma constitucional trazado por Primo de Rivera al que en varias ocasiones se opuso el rey. En 1926 el dictador propuso la creación de una Asamblea Nacional que debía estar inte¬grada por representantes de las instituciones y corporaciones, pero con exclusión de los políticos que habían formado parte de los gobiernos anteriores a 1923. La misión de esta Asamblea sería confeccionar una nueva Constitución que sustitu¬yera a la de 1876. El rey logró retrasar la ratificación del decreto de constitución de la Asamblea hasta el 13 de septiembre (aniversario del pronunciamiento), que se reunió por primera vez el 12 de octubre (fiesta nacional) de 1927. Los sucesivos borradores elaborados por la Asamblea tardaron dos años en convertirse en el anteproyecto constitucional, que se dio a conocer en julio de 1929, cuando la salud del dictador y de su propio régimen ya estaban muy debilitados. El rey había mani¬festado que no lo sancionaría hasta que hubiera algún tipo de consulta popular.
En segundo lugar, tanto los partidos dinásticos como los republicanos en nin¬guna ocasión apoyaron los proyectos políticos de Primo de Rivera. Es más, Melquí¬ades Álvarez, Romanones, Lerroux y Gregorio Marañón apoyaron algunas intentonas gol pistas del ejército como la Sanjuanada de 1926 que contó con la cola¬boración de los generales Weyler, Aguilera o Batet, lo que nos muestra que, pese al éxito de Alhucemas, no contaba con el apoyo de todo el ejército. Las relaciones del dictador con el Ejército se deterioraron cuando el general quiso imponer al Cuer¬po de Artillería que sus ascensos se realizasen no por la antigüedad sino por méri¬tos y capacidad. Desde entonces, una parte del ejército se opuso al dictador y se aproximó a las ideas republicanas, mientras que muchos militares monárquicos se alejaban igualmente de las posturas de Primo de Rivera. Tampoco supo mantener el apoyo inicial de la Iglesia católica por su actitud y sus costumbres tan alejadas de las virtudes defendidas por el clero.

D. EL REGENERACIONISMO AUTORITARIO

Mejores fueron los resultados del Directorio Civil en la política social con una intensa intervención del Estado en las decisiones económicas y en las relaciones entre empre¬sarios y trabajadores. El Estado los controlaba e intervenía con una rígida disciplina, como ya sucedía en la Italia de Mus¬solini, mediante la Organización Corporativa Nacional, que pre¬tende suprimir las organizaciones empresariales y los sindicatos obreros, integrándolos a ambos en las nuevas Corporaciones locales, provinciales y nacionales. Se crea¬ron los "Comités Paritarios", para resolver los enfrentamientos entre empresarios y trabajadores por cuestiones laborales, lo cual favoreció la estabilidad en el empleo. Todo ello estu¬vo acompañado de unas leyes sociales paternalistas que aumentaron las prestaciones de la Seguridad Social y conce¬dieron subsidios a las familias numerosas o en caso de maternidad. Esta política contó con la oposición del sindica¬to anarquista (CNT), pero obtuvo el apoyo y colaboración del empresariado y de la UGT, siendo su dirigente, Francisco Largo Caballero, nombrado miembro del Consejo de Estado.
La economía también fue planificada por Primo de Rivera y el ministro de Fomento, conde de Guadalhorce, con una intención regeneracionista inspirada en las ideas de Joaquín Costa, que resumía en dos palabras "escuela y despensa".José Calvo Sotelo fue el impulsor de monopo¬lios estatales, ligados económicamente a empresarios amigos del dictador como Juan March, el marqués de Urquijo o el duque de Tetuán. Los más importantes fueron C.A.M.P.S.A. (Compañía Arrendataria del Monopolio de Petró¬leos), la compañía Telefónica (ITT) y diversos bancos (Ban¬co Exterior y Banco Hipotecario).
Mediante un Plan Nacional de Infraestructuras inauguró grandes embalses, constituyó las Confederaciones Hidrográffcas y planificó la construcción de las carreteras y la mejora de los ferrocarriles en toda España. Estas gran¬des obras se financiaron con la ayuda de los bancos y la emisión de bonos de la Deuda Pública, en unos años en que la cotización de la peseta tenía una constante subida, aumentaban las inversiones extranjeras y crecía la produc¬ción de todos los sectores industriales, lo que a su vez incrementaba los movimientos migratorios del campo a la ciudad. La industria nacional estaba protegida frente a las importaciones del extranjero y se creó un Consejo Econó¬mico Nacional, encargado de autorizar (o no) la instalación de nuevas industrias en España. En el caso de la economía vasca, Calvo Sotelo logró evitar el enfrentamiento pues en
1925-26 había renovado los conciertos económicos, que permitieron a los vascos continuar con su régimen fiscal y disfrutar de las subvenciones a sus industrias, especialmen¬te la naviera.
Prueba del buen momento de la economía es el éxito de las Exposiciones Universales de 1929 que se realizaron en Sevilla y Barcelona.

E. LA OPOSICIÓN Y EL FIN DE LA DICTADURA

Está demostrado que Primo de Rivera en 1929 no deseaba continuar en el gobierno y así lo manifestó en los consejos de ministros de diciembre e incluso llegó a pro¬poner al conde de Guadalhorce como su sucesor. Dimitióy se negó a continuar en el gobierno porque, según él mis¬mo dijo "Tengo derecho a estar rendido de fatiga" o "Estoy cansado de mantener a España con el extremo de mi brazo. Me gustaría que esto acabara".
Para entender este desenlace debemos recordar que durante el Directorio Civil surgió la división en el Ejérci¬to (a la Sanjuanada de 1926 y al conflicto de los artilleros, se añade en 1929 un pronunciamiento militar), creció la oposición de los intelectuales y de los partidos políticos, especialmente de los partidos republicanos que crearon una "Alianza Republicana" en la que participaron los radicales de Alejandro Lerroux, Acción Republicana de Manuel Azaña y el Partido Radical-Socialista de Marcelino Domingo. A ello debe¬mos añadir los sucesos acaecidos a lo largo de 1929:

fl. El abandono del proyecto de crear una nueva Constitución que estableciera una monarquía autorita¬ria, por la oposición del rey y de los políticos de la Res¬tauración. Este rechazo de su proyecto cerraba la posibilidad de consolidar el futuro del régimen; también mostraba el distanciamiento entre el rey y el dictador.
2. La oposición declarada con virulencia en las Uni¬versidades (que fueron clausuradas) junto a las huelgas y manifestaciones de los estudiantes. Habían creado un sin¬dicato (FUE) cuyos ataques iban dirigidos contra el dicta¬dor y contra la monarquía.
3. Las críticas que los intelectuales le dirigían des¬de los Ateneos (que fueron cerrados), los cafés y la pren¬sa. Por su parte, el PSOE ya había dejado de colaborar con el régimen y daba sus primeros pasos h_:ia la oposi¬ción, siguiendo las decisiones tomadas por la UGT, donde la tesis colaboracionista de Julián Besteiro fue sustituida por la rupturista defendida por Indalecio Prieto y Giner de los Ríos. Por último, su política en Cataluña le sirvió para contar con la oposición de la burguesía catalanista y de los obreros de los sindicatos, especialmente de la CNT.
4. El intento de golpe de Estado que tuvo lugar en enero organizado por anti¬guos políticos conservadores y oficiales de artillería en Ciudad Real y Valencia, don¬de el Capitán General, Castro Girona y el conservador Sánchez Guerra lograron el apoyo de gran parte de los jefes y oficiales frente al dictador. Fracasó el intento pero creó una sensación de debilidad de las instituciones, fomentada por la prensa, máxi¬me cuando el tribunal militar dictó sentencias muy suaves para los sublevados.
5. La pérdida de los apoyos en el propio ejército, que seguía considerando al rey como a su superior jerárquico. Así, no es de extrañar que cuando Primo de Rivera solicitara el 26 de enero de 1930 a las Capitanías Generales que le manifes¬taran su adhesión a la Dictadura y al Directorio, no recibiera la respuesta esperada y ello provocara su decisión de dimitir.
6. El cansancio y la debilidad fisicos provocados por las decepciones políti¬cas y el precario estado de salud del dictador, enfermo de diabetes, que dos meses después de su dimisión moriría en su exilio de París en marzo de 1930.

REVOLUCIÓN ECONÓMICA Y SOCIEDAD DURANTE EL PRIMER TERCIO
DEL SIGLO XX

A. LA POBLACIÓN Y LOS CAMBIOS SOCIALES

La población española tuvo un crecimiento lento pero continuo: 18,6 millones de habitantes en 1900, 21,3 en 1920 y 23,5 en 1930. Canarias y las provincias costeras peninsulares fueron las zonas de mayor crecimiento demográfico real en este período. Este crecimiento se debió a un fuerte descenso de la mortalidad (30%0 entre 1878 y 1900; 19%0 entre 1921 y 1930), excepto en 1918 (epidemia de gripe), mientras que las tasas de natalidad (35,7 %0 entre 1878 y 1900; 29%0 entre 1920 y 1930) tuvieron un descenso menor.
La población rural creció más que el empleo y aumentó el paro en el campo. Muchos campesinos se vie¬ron obligados a emigrar. Las migraciones exteriores fueron constantes y, hasta 1914, se dirigían a América (gallegos, asturianos, vascos y canarios) y al norte de Áfri¬ca (Ievantinos en Argelia y Marruecos). Al concluir la gue¬rra mundial, el campesinado en paro emigrará a Europa (Francia, sobre todo). Las migraciones interiores origi¬naron un espectacular crecimiento de las ciudades. Madrid y Barcelona tenían más de medio millón cada una en 1900 y alrededor de un millón en 1930.

La Restauración consolidó la sustitución de la sociedad estamental por otra clasista, donde la nobleza se aburgue¬sa y la burguesía se ennoblece, en una España fundamental¬mente rural que iniciaba su industrialización. A la anterior alta burguesía de terratenientes e industriales, se añade en el siglo XX una nueva burguesía, en estrecho contacto con un poderoso grupo de banqueros y navieros. Una serie de comerciantes y especuladores se enriquecieron con la coyuntura favorable producida por la guerra mundial. Madrid, Cataluña y Vascongadas fueron las regiones en las que se asentaban estos nuevos ricos, que desde 1900 fomentaron el asociacionismo patronal para defender la pro¬tección, fomento y ordenación de la producción nacional.
Parte del campesinado y el proletariado urbano, con sus votos y sus movimientos obreros se opusieron direc¬tamente al sistema establecido y lograron desde 1900 el inicio de una legislación social, mientras que la ideología de la pequeña burguesía urbana fluctuaba entre la República y la Monarquía. Una pequeña burguesía agraria en Castilla y Aragón pretendía la implantación en el campo de las ideas regeneracionistas de Costa, mientras en Andalucía la refor¬ma agraria era defendida por Bias Infante desde 1915.

B. PROTECCIONISMO* y NACIONALISMO ECONÓMICO

_Desde 1885 España adoptó una política proteccio¬nista, que se había reforzado mediante el arancel de 1891 y tras la crisis de 1898. Regeneracionistas y nacionalistas piden nuevas elevaciones de aranceles (los mayores de Europa tras la ley de 1906) y la intervención estatal con medidas de apo¬yo y estímulo a la producción nacional (leyes de 1907). Según algunos historiadores, se pretendía la autosuficiencia nacional.
El proteccionismo y nacionalismo económico se completan en el primer tercio del siglo XX gracias a dos hechos determinantes: la llegada masiva de capitales americanos de las colonias perdidas en 1898 y los enor¬mes beneficios obtenidos por las empresas españolas durante la primera guerra mundial. Con estos capitales se crearon grandes bancos (Español de Crédito, Vizcaya, His¬panoamericano, Santander..), que posibilitaron la amplia¬ción y mejora de empresas navieras o industriales. La gran cantidad de oro que ingresó el Estado español le permitió el pago de sus deudas y nacionalizar una serie de empre¬sas mineras y ferroviarias de capital extranjero.
El proteccionismo se mantuvo durante la Dictadura de Primo de Rivera, pero añadiendo un fuerte interven¬cionismo del Estado, que se centró en cuatro aspectos:
l. Decreto sobre la protección de la Industria Nacional que preveía la concesión de ayudas a las empre¬sas ferroviarias y navieras. El Estado se hizo cargo de las deudas de las compañías ferroviarias y se aseguró el con¬trol de las tarifas. Igualmente facilitó ayudas a la empresa naviera Transmediterránea, propiedad del empresario mallorquín Juan March, mien¬tras que el Estado se incautó de la Transatlántica.
2. Mas políticas fueron las concesiones de monopolios como en los casos del tabaco de Ceuta y Melilla a Juan March, los teléfonos al conceder la explotación de la Cia. Telefónica Nacional de España a la norteamericana ITI (/nternationaITelep¬hone andTelegraph) y la importación, refinado, distribución y venta de petróleo a la Cia. Arrendataria C.A.M.P.S.A. en la que el Estado poseía el 31 % de las acciones y el resto lo aportaban un consorcio de 41 bancos españoles.
3. Los proyectos hidráulicos pretendían regar dos millones de hectáreas e ins¬talar una potencia eléctrica de 100.000 Kw. Nacían, así, las Confederaciones Hidrográ¬ficas. Los resultados fueron una mejora de los regadíos y una elevación del 50% de la superficie regada en cuatro años.
4. Avances en los transportes. Respecto a los ferrocarriles se desdoblaron algunas líneas y se modernizó el material rodante. Por otra parte, el Patronato del Cir¬cuito Nacional de Firmes Especiales mejoró la red viaria construyendo más de 7.000 kilómetros de carreteras.

C. LA DIFÍCIL INDUSTRIALIZACIÓN

En comparación con Europa, la industrialización de España en el siglo XIX fue excesivamente lenta, muy loca¬lizada, carente de planificación y sin un mercado propio. Entre 1900 y 1935 se acelera el ritmo y, gracias al impulso de la industria, España logró duplicar su Renta Nacional.
La minería española fue objeto de inversiones extran¬jeras y en torno a 1900 las piritas de Huelva proporciona¬ban la mitad del ácido sulfúrico mundial y del cobre europeo.Alcanzó su cenit en la década de 1910, cuando los productos mineros suponían 1/3 del total exportado. En la década siguiente, las minas empiezan a ser abandonadas y se inicia su decadencia. Las únicas que se mantuvieron ren¬tables fueron las minas de hierro vizcaíno, pues algunas minas de carbón asturiano ya empezaban a tener pérdidas.
En Cataluña continuó el desarrollo de la industria textil algodonera con empresarios como Batlló, Güell, Muntadas o Rius. La crisis de 1898 se superó gracias a los pedidos de los países beligerantes durante la I a Guerra Mundial. El monopo_io adquirido en la industria textil por Cataluña le sirvió como efecto multiplicador para insta¬lar nuevas industrias: La Maquinista Terrestre y Marítima (locomotoras), la Hispano-Suiza (automóviles), Cros (quí¬mica) y la Compañía Catalana de Gas y Electricidad (nuevas energías)
En Vizcaya se produjo la mayor concentración de capital gracias a sus minas de hierro, que fueron inverti¬dos en la creación de bancos o empresas navieras o side¬rúrgicas. Las familias Villalonga, Ibarra, Urquijo, Chavarri, alano o Echevarría al fusionar sus empresas siderúrgicas crearon en 1902 "Altos Hornos de Vizcaya", cuya pro¬ducción se incrementó con el "boom" de las empresas navieras vascas de Sestao y Bilbao (Sota y Aznar,Astilleros de Nervión, Euskalduna...). Entre 1920 y 1930 todos los secto¬res industriales (acero, cemento, electricidad, papeL..) aumentaban su producción a un ritmo del 5,5% anual y la fabricación de acero de la siderurgia vasca aumentó un 235%, superando la producción el millón de toneladas.
En Madrid se crearon industrias ligeras, mecánicas y de consumo muy diversas y, sobre todo, se establecieron en la capital las sedes de gran parte de las principales empresas españolas.
Las nuevas fuentes de energía (petróleo y electricidad) crearon nuevas industrias como las mecánicas y eléctricas en todo el país. La construcción de pantanos permitió lle¬var el alumbrado tanto a los núcleos urbanos como rura¬les. Su aplicación a los transportes (tren, tranvía, metro, barcos, automóvil o aviones) transformaron los sistemas de transporte y el trazado de vías ferroviarias o carreteras.

. EL PROBLEMA AGRARIO* EN UNA ESPAÑA RURAL


sLa tradicional agricultura española seguía basándose en el latifundismo y en cultivos de secano poco rentables, con arrendamientos a corto plazo que, en frase de Una¬muno, empobrecen a hombres y tierras o, como decía Maeztu, crean "páramos horribles, poblados por sombríos moradores nutridos por el tétrico garbanzo". Las frecuen¬tes hambrunas habían conducido a soluciones extremas: alimentarse de bellotas o algarrobas, robos y ataques a los propietarios y, al final, la emigración.

El proteccionismo estatal a los cereales, la consolidación del capitalismo agrario latifundista y una incipiente especialización son tres características propias de esta etapa. Los tres cultivos mediterráneos de la agricultura española tuvieron dis¬tinta evolución: la producción de cereales se estabilizó y la legislación proteccio¬nista favoreció la expansión del cultivo del trigo (3,4 millones de hectáreas en 1905; 4,2 en 1930). Lo mismo puede decirse del olivo. En cambio la vid disminuyó su superficie de cultivo (1,7 millones de hectáreas en 1889; 1,3 en 1907) pues desde 1890 se introdujo la filoxera en España y el vino dejó de ser el primer producto agrario español de exportación.
Las únicas innovaciones consistieron el empleo del abono y la introducción de la maquinaria moderna que se efectuó en los huertos de naranjos valencianos, en los cultivos de maíz, algodón y remolacha en algunos regadíos del interior (Duero, Guadalquivir y Ebro) y los cultivos de exportación de Canarias. Tras la primera gue¬rra mundial, la naranja ocupó el primer lugar entre los productos españoles expor¬tados, superando a los minerales de hierro y cobre y, por supuesto, a los vinos.
A modo de conclusión, entre 1900 y 1931 la población y la economía espa¬ñola crecieron y se inició un tímido proceso de modernización que creó regiones cuyo crecimiento económico se basaba en una agricultura rica de exportación (caso de la agricultura valenciana de regadío) o en la industria como sucedía en Asturias, País Vasco, Cataluña y Madrid, mientras que el interior y el sur de España mantenía un capitalismo agrario tradicional y latifundista.



- --¬

No hay comentarios:

Publicar un comentario